
El Fado es la voz de Lisboa. Toda la ciudad rumorea saudade, nostalgia y recuerdos por cada esquina. Los viejos tranvías de Alfama, sus calles empinadas, los viejos cafés que siembran de tertulias la ciudad atlántica... todos parecen contruídos y distribuidos para esta música. La ciudad se mueve a su ritmo.
“Nacido de los sentimientos más profundos de los barrios humildes portugueses, de la nostalgia, de la melancolía, de los sueños rotos y la fatalidad, el fado sale roto de la garganta para agarrarse al mismo alma, para desgarrarnos y arrancar del corazón recuerdos ocultos… el fado, el destino hecho música.”
“Nacido de los sentimientos más profundos de los barrios humildes portugueses, de la nostalgia, de la melancolía, de los sueños rotos y la fatalidad, el fado sale roto de la garganta para agarrarse al mismo alma, para desgarrarnos y arrancar del corazón recuerdos ocultos… el fado, el destino hecho música.”
De sus letras se desprenden pensamientos amargos que expresan las dificultades de la vida, el amor perdido, la emigración … pero sobre todo habla de Saudade. A mí me gusta decir que el fado es la musicalización de este sentimiento que es la esencia fundamental de la identidad Gallega y Portuguesa o galego-portuguesa. Esa melancolía vital, recuerdo de la alegría ausente que se expresa en una mezcla de sentimientos de amor, de perdida, de distancia, de soledad, de vacío y de necesidad.
Como decía Amalia Rodrigues "Fado es todo lo que digo/ y todo lo que no puedo decir".
Como decía Amalia Rodrigues "Fado es todo lo que digo/ y todo lo que no puedo decir".
La palabra Fado proviene del latín ( Fas, fatum) y es sinónimo de destino. El Hado. Sus origines y precedentes son inciertos y hay varias teorías. Muchos defienden sus puntos en común con las “Cantigas de Amigo” de los Siglos XII y XIII de la literatura galego-portuguesa. También se habla de aportes árabes e incluso gitano-búlgaros. Pero las versiones que mas se manejan dicen que fue traído a Lisboa por la emigración procedente de las colonias de ultramar (africanas y brasileñas) , que proceden de los cantos de los navegantes portugueses desperdigados por el mundo o que eran cantos que las prostitutas entonaban como coplas entre las oscuras callejuelas de Lisboa para aliviar la espera entre cliente y cliente. Probablemente todas las teorías tengan su parte de verdad.
Lo que sí puede decirse con certeza es que el fado siguió un camino que es habitual entre los géneros populares que continúan vivos en la actualidad: se originó en las capas sociales inferiores y luego fue absorbido y modificado por la burguesía y la intelectualidad.

Desde entonces hasta ahora, sobre todo debido al aislamiento al que ha estado sometido Portugal, el núcleo central del fado ha sufrido pocos cambios. Todavía puede escucharse en Alfama o en el Bairro Alto, en restaurantes, cafés y casas de fado. El fado precisa del momento, del ambiente y el contacto con el público. Es por ello que no es tan fácil transmitir la magia del fado en un disco. Lo cual no quiere decir que sea difícil encontrar grabaciones. Las primeras datan de cerca de 1910, y siguiendo hasta 1936 encontramos toda una serie de discos llamados "Arquivos do Fado" (Archivos del Fado) que recogen por ejemplo voces consideradas míticas dentro del género como la de Madalena de Melo, María Silva, Celestina Luisa o Adelina Fernandes.

Y las nuevas generaciones no quieren ni pensar en heredar el trono. "No soy fadista, soy cantante de fados. No quiero repetir lo que otros hicieron bien en su época", dice Mísia. Dulce Pontes tampoco quiere la etiqueta de fadista, pues su repertorio es mucho más amplio y abierto hacia otros estilos. A todo esto algunos han visto en Teresa Salgueiro esa gran voz sucesora. Pero hay un problema: lo que hace Madredeus no es fado. Ni parecido. Tal vez esté emparentado, eso sí, con esa sonoridad y sentimiento de "saudade" portugueses. Pero nada más. Y aún así, no sé si es cierto, pero cuentan que cuando Amália escuchó cantar a Teresa, dijo: "Por fin".
Y aquí es donde entran las nuevas generaciones. "Si es posible la actualización de otras músicas étnicas, ¿por qué no hacer lo mismo con la música portuguesa?" plantea Dulce Pontes. El problema sólo es uno, pero un tanto grave: "los portugueses tienden a desvalorizar nuevas iniciativas" (Vitorino Salomé) . Cuando Madredeus empezaba, les decían cosas como: "¿Pero qué hacéis? ¿Dónde está la guitarra portuguesa?" o "¿Si esta chica canta tan bien por qué no canta fados?". Aunque hay que decir que con el tiempo los portugueses han llegado ha ser los fans número uno de Madredeus, y que también están respondiendo gradualmente a otras iniciativas semejantes.

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