miércoles, 12 de agosto de 2009

31 NOCHES - Aleksander.

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A Alek le conocí hace ya unos cuantos meses. Es cuarentón, gigantón, tranquilote y simpático. Le gusta la montaña y hacer bromas. Se ríe con facilidad. Mide casi dos metros, pesa más de cien kilos y le cuesta enfadarse. Sólo lo hace por cuestiones de trabajo, sólo cuando no queda otra opción. Alek me presentó a mi asesino, pero no le guardo rencor.

Alek es polaco, estuvo en el ejército, tiene amigos poco recomendables y un pasado del que no le gusta hablar. Ahora lleva una vida mejor y más tranquila: trabaja de jefe de los porteros de la discoteca Premium. “A ver, periodista. ¿Qué coño os pasa a los españoles, que no queréis trabajar? Aquí somos dos ecuatorianos, dos rumanos, un peruano, una argentina, una mexicana y un polaco. Y ningún español”. Alek me pasa el brazo por el hombro y me zarandea en un gesto amistoso que hace que parte del gin-tonic me empape la camisa: “¡Ningún español!”, repite. Alek se disculpa, llama a la camarera y me pide otra copa. Él sólo toma Coca-Cola a sorbitos mientras de cuando en cuando se distrae de la conversación. Parece que escucha voces y, en efecto, eso es lo que le pasa cuando alguno de los otros porteros le habla a través del pinganillo que lleva en la oreja. “Perdona, tío, ahora mismo vuelvo”. Alek parece preocupado.

La Premium es una sala más bien pija, en el centro de Madrid; una de esas discotecas que se construyeron en los setenta en el sótano de un edificio de oficinas. Doce euros, entrada con consumición; diez euros por copa. La música está alta, pero no tanto como para que no pueda escuchar los gritos desde la barra en la que estoy, algo apartada de la pista. Hay bronca en la puerta. Como ya llevo más de tres gin-tonics y he perdido cualquier rastro de prudencia, me asomo por la escalera hacia la calle para ver qué es lo que pasa. Alek ya no parece tan simpático. “El menda se puso chulito”, me contaría más tarde.

El Menda ahora está suspendido en el aire mientras Alek le agarra de las orejas. El Menda chilla, cae al suelo y recibe una patada en el estómago. Se queda sin respiración y por tres segundos deja de chillar. Alek agarra al Menda, que vuelve a volar hasta estamparse contra la acera. El Menda recoge su móvil por un lado y la batería por el otro –es un modelo bastante antiguo, todo un zapatófono–. El Menda se levanta y, cojeando, se aleja de la Premium. Se gira, como con ganas de querer decir la última palabra. Mira a Alek, se lo piensa mejor, baja la cabeza y se va. Alek se sacude la ropa, me ve y vuelve a sonreír. “Perdona, tío, ¿qué te estaba contando?”.


31 noches es una breve novela por entregas que aparecerá todos los días de agosto, a partir de mañana, en Libre, el cuaderno de verano de Público.


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