viernes, 7 de agosto de 2009

31 NOCHES - La habitación de plástico.


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En el piso del colombiano encontraron dos pistolas, una escopeta recortada, un hacha de carnicero, algo de cocaína, tres teléfonos móviles casi prehistóricos y 19.000 euros en siete fajos de billetes arrugados, escondidos tras un cajetín de la luz. Pero lo que más inquietó a Velasco, lo único que le alteró el pulso, fue una habitación sin ventanas, con todas las paredes, el techo y el suelo forrados de plástico, como el que se usa para proteger los muebles cuando se va a pintar. No había ninguna brocha en la casa. La habitación estaba limpia y completamente vacía, salvo por un cubo.

El cubo estaba lleno de ácido sulfúrico.

Tres días después, Velasco dice que aún no se le ha pasado el susto, pero lo disimula bastante bien mientras bromea en la barbacoa, junto a la piscina. “Chaval, que eso no sólo pasa en México, que también pasa en Madrid, pero como sólo se matan entre ellos nadie pregunta ni se preocupa demasiado. Quitamos el plástico acojonados por si aparecía un diente o algo así, pero no había nada, estaba todo limpio. Los hemos detenido, pero los cargos son una puta mierda porque casi no había droga en el piso. Ya habrán salido”, me cuenta mientras mastica una hamburguesa. Velasco habla con la boca llena. Teoriza sobre el tiempo y el ácido necesarios para disolver todo un cadáver. A mí se me ha quitado el hambre, pero no puedo dejar de preguntar.

–¿Cómo era de grande el cubo?

–Grande, pero tampoco era un bidón. Como el cubo de basura de un restaurante.

–¿Y ahí cabe una persona?

–Para meter a alguien dentro antes tienes que trocearlo –me responde Velasco–. Para eso está el plástico, claro, para no mancharlo todo. Y tampoco te vale cualquier cubo para contener el ácido. Tiene que ser de polietileno o prolipropileno de alta densidad, que si no te quedas sin cubo y la que lías con el ácido es cojonuda.

Velasco ya ha terminado la hamburguesa y se levanta para buscar algo más de comer en la parrilla. Alek mira mi cara lívida y se ríe de mí: “Que te está vacilando, periodista”. “Qué sabrás tú, listo”, le responde a gritos Velasco mientras ensarta un chorizo en un trozo de pan. Estoy algo mareado, probablemente sean las cervezas y el calor. Entro en el chalet buscando un cuarto de baño. Pruebo varias puertas: la cocina, un armario… Al final del pasillo hay otra puerta que abre mal, está enganchada. Empujo fuerte y consigo que ceda. Un trozo de plástico se había quedado trabado bajo la puerta. Toda la habitación está forrada del mismo material. En el centro hay un cubo.

Continuará.

31 noches es una breve novela por entregas que aparecerá todos los días de agosto, a partir de mañana, en Libre, el cuaderno de verano de Público.

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