lunes, 16 de noviembre de 2009

¿MONEDA COMÚN EN AMÉRICA LATINA?


Con la esperanza de seguir los pasos del Euro pero también como una expresión de resistencia al dólar, los países de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) aprobaron la implementación del SUCRE (Sistema Único de Compensación Regional) como moneda "virtual" de pago para sus operaciones de comercio exterior. El sistema, que será aplicado a partir del año 2010, ha generado críticas a favor y en contra y se ha convertido en uno de los principales temas de discusión en materia de integración económica regional. ¿Es posible que América Latina cuente con una moneda propia en un futuro cercano?

“Ganaremos en soberanía económica y monetaria, ya que realizaremos las transacciones mediante un medio de compensación propio que luego se convertirá en una moneda única” decía el viceministro de exportaciones y comercio interno de Bolivia, Huáscar Ajata. Según los
técnicos a quienes se les encomendó la instrumentalización del SUCRE , uno de sus beneficios más importantes será la reducción de los riesgos provenientes del tipo de cambio, lo que hará más fácil la inversión a través de las fronteras así como el intercambio de productos.

Los defensores políticos de esa iniciativa sostienen que esta “moneda regional” nace como un mecanismo de resistencia y cooperación regional frente a la crisis económica mundial, frente al deterioro del dólar en la canasta de monedas fuertes de los países desarrollados y que lo que lo impulsa es la posibilidad de registrar transacciones comerciales al interior de la región, y compensar las asimetrías económicas de los países en desarrollo. La ALBA nació en el 2004 con Cuba y Venezuela para contraponerse al Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), que entonces impulsaba Estados Unidos para regular el comercio con varios países latinoamericanos. Desde entonces se le han unido Bolivia, Nicaragua, Honduras, Ecuador y Dominica.

“Lirismo puro”, sostienen algunos expertos bolivianos como Horst Grebe, quien ve este proceso como "muy precipitado" pues la moneda regional es, por lo general, la culminación de un proceso de integración económica y no su inicio. Además, una nueva moneda, así sea "virtual, es consecuencia de un amplio intercambio comercial entre los países involucrados, cosa que no se da entre los miembros de la ALBA cuyo comercio es bajo e incluso nulo entre algunos de ellos.

Refuerzan el criterio de Grebe las cifras de comercio exterior del Ecuador, según la cuales las exportaciones de ese país a Bolivia el 2008 no superaron los 40 millones de dólares, con Cuba y Nicaragua la actividad comercial fue marginal y sólo las exportaciones ecuatorianas a Venezuela fueron y son más o menos importantes (600 Millones de dólares).

El analista e investigador del Instituto Ecuatoriano de Economía Política, Roberto Villacreces, sostiene que es “contraproducente para Ecuador buscar otra especie monetaria, pues avanzamos a un experimento que no sabemos cómo funcionará. Esta iniciativa es positiva para los países que tienen monedas propias, que son más frágiles y que sufren devaluaciones constantes. Pero para nosotros no hay ventajas porque ya manejamos una moneda fuerte…es
preocupante que la introducción de esta nueva moneda regional, que en primera instancia será virtual, desplace de a poco a nuestra dolarización”.

En la misma vereda, el economista venezolano y ex Director General de Integración Económica del Instituto de Comercio Exterior de Venezuela Juan Francisco Rojas afirma que “…además de contar con un profundo nivel de interrelaciones comerciales entre los países de la ALBA, adicionalmente, debería tenerse en cuenta la contradicción derivada del impedimento de Cuba de utilizar el dólar americano en su comercio exterior -en virtud del bloqueo impuesto por los Estados Unidos- y que Ecuador utiliza ese medio circulante como
moneda corriente en su circuito económico…mantener los propósitos del SUCRE nunca luciría descabellado si el tema es abordado por etapas. En el seno de las Cumbres de la Alba, el proponente del Sistema, el Presidente ecuatoriano Rafael Correa, se refirió inicialmente al establecimiento de un esquema de pagos con base en el dólar americano, similar al Convenio de Pagos y Créditos Recíprocos (CCR) vigente en la ALADI desde 1966, pero contemplando compensaciones anuales y no cuatrimestrales. Concebido así, Cuba no podría vincularse a un Sistema fundamentado en esa unidad monetaria”

Información proporcionada por la Cámara Nacional de Exportadores de Bolivia (CANEB) da cuenta de que las operaciones de las empresas manufactureras bolivianas trabajan de manera preferente con la divisa de Estados Unidos. Su presidente, Eduardo Bracamonte, afirma “no nos olvidemos de que las monedas fuertes de intercambio son el dólar y el euro. Y por las características de las operaciones de los manufactureros bolivianos, se requiere de compra de insumos del exterior. Para eso se utiliza principalmente el dólar”. Según el economista boliviano Alberto Bonadona la idea de la creación de una divisa de los países de Alba genera dudas en tanto no haya condiciones de estabilidad a largo plazo en los países miembros. “Tendríamos que mantener una disciplina fiscal y monetaria, que no es lo que ha prevalecido. Por otro lado, somos países que en última instancia dependemos de uno o dos productos”, dice.

Los impulsores del SUCRE reivindican la nueva moneda regional como no subversiva, la consideran “…un sistema de verificación comercial que propiciará la emergencia de un mercado común latinoamericano en el futuro, que nos aliviará –si estamos unidos- de la dependencia de los núcleos económicos duros; pero que no nos limitará a solo comerciar con los vecinos sino a hacerlo con otros pero en mejores condiciones”.

Es cierto que la historia de la integración económica de América Latina, es compleja y está signada por carencias estructurales y dependencia, primero el coloniaje y luego el dominio comercial de Estados Unidos, lo que ha provocado la profundización del subdesarrollo económico con consecuencias sociales y políticas a veces traumáticas para nuestros pueblos. Sin embargo, precipitarla a partir de medidas de inspiración política que podrían resultar improvisadas por falta de condiciones estructurales fundamentales y sin la consolidación previa de los proyectos regionales de integración económica no parece ser el camino más aconsejable.

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