sábado, 26 de diciembre de 2009

CHINA Y SU EXHIBICIÓN DE FUERZA EN COPENHAGUE


La cumbre de Copenhague fue un inmenso fracaso. Todos lo saben. EEUU y Europa tienen una gran responsabilidad, no ya por esta cumbre, sino por los años que han tardado en afrontar el problema, en especial la postura norteamericana de vivir a espaldas del Protocolo de Kioto. Pero en algunos análisis que he leído se puede deducir que fue el Gobierno chino quien hizo imposible el acuerdo. Todos los titulares se centraron en Obama, pero en realidad fueron los chinos los que dieron el cerrojazo a la cumbre.

Es también la versión que ha dado el Gobierno británico y que ha filtrado a la prensa de su país. En principio, se puede desconfiar de esta posición por razones obvias.

No tanto del testimonio de Mark Lynas, periodista freelance, experto en cambio climático, coguionista del documental "Age of Stupid" y miembro en Copenhague de la delegación de las Maldivas (esas islas tan conocidas por los amantes del buceo que tienen todos los números para desaparecer en unas cuantas décadas). En un artículo que publica este miércoles en The Guardian lo explica claramente.

China bloqueó el acuerdo. Se negó a que aparecieran reflejados límites en la emisiones de gases que a día de hoy sólo afectan a los países occidentales, escondió al jefe de su delegación y dejó que funcionarios de menor rango intervinieran en el plenario y las negociaciones, e hizo que otros países africanos y asiáticos que dependen de las inversiones chinas defendieran sus posiciones.

Todo esto plantea la pregunta: ¿cuál es el juego de China? ¿Por qué China, en las palabras de un analista con sede en el Reino Unido, que también pasaba horas en reuniones de jefes de estado ", no sólo rechazan los objetivos para sí mismo, pero también se niegan a permitir que cualquier otro país a asumir objetivos vinculantes? El analista, que ha asistido a las conferencias del clima durante más de 15 años, llega a la conclusión de que China quiere debilitar el régimen de regulación del clima ahora, con el fin de evitar que éste se vuelva más ambicioso en unos cuantos años.
Esto no significa que China no se toma en serio el calentamiento global. Es un país fuerte en industrias como la solar o la eólica. Pero el crecimiento de China, y su creciente dominación política y económica mundial, se basa principalmente en el carbón barato. China sabe que se está convirtiendo en una superpotencia sin oposición y la asimilación de esta nueva condición se ha exhibido en la cumbre de Copenhague. Su economía basada en el carbón se duplica cada década, y su poder aumenta proporcionalmente. Y sus líderes no alteraran ésta formula mágica ( de crecimiento) a no ser que sea absolutamente necesario.


No hubo muchos análisis críticos del papel de China e India en la cumbre, porque, como dice Lynas, las ONG y los grupos ecologistas nunca acusan a los países subdesarrollados o a las economías emergentes. Es una regla que no se suele romper.

En términos históricos, está claro que la situación del planeta debe más a siglo y medio de industrialización occidental que a lo que pueda haber ocurrido en el resto del mundo. Pero lo que cuenta en estos momentos es lo que hay que hacer a partir de ahora mismo.

Los dirigentes chinos no se presentan a unas elecciones cada cuatro años. No tienen una opinión pública o unos medios de comunicación que les presionen para alcanzar un acuerdo sobre cambio climático ni que se lo reproche si el pacto no existe. No deben preocuparse por la encuesta que saldrá en los periódicos del domingo. Su apuesta estratégica siempre es a largo plazo. Creen que su país está llamado a adquirir una posición dominante en la política mundial en cuestión de décadas y no tomarán decisiones que pongan en peligro ese futuro. Cuando me refiero a un posición dominante, no me refiero a ser importantes. Eso ya lo son. Hablamos de ser el imperio. En otras palabras, el rol que interpreta ahora, en lo que puede, EEUU.

En Copenhague, vimos el primer capítulo del enfrentamiento directo entre EEUU y China, influido tambièn por otros asuntos como el escaso interés del Senado norteamericano por ratificar los acuerdos sobre cambio climático a los que llegue Obama. El resultado es muy preocupante para Washington. Los chinos cuentan con más ases de los que hay en la baraja.

Los chinos son los nuevos 'americanos'. Ya tienen aliados en todos los continentes que, si bien no reciben órdenes directas de Pekín, sí están obligados a bailar al son que marca China. Y sin necesidad de contar con bases militares en un centenar de país ni enviar a decenas de miles de soldados a guerras de resultado incierto.

Han hecho un buen negocio. En Copenhague ha sido a costa del planeta.

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